Cuándo será que estos inútiles dedos romperán sin mesura el blanco virginal
de estas páginas, esgrimirán por fin el lapicero, para esparcir, en
desordenadas palabras ordenadas, el esperma germinal de su sangre sedienta.
Palabras con acento, con puntuación, con intención de filos y caricias, con
vocación de profeta iluminado.
Palabras que me sanen de angustiosas heridas.
Porque las palabras que escribo me rescatan,
Pero las que no escribo…
Esas son las que precisamente me matan.