
¿Y qué
decir de nuestras reacciones? De fijo ojos
aguados, aplausos, algunos gritos, y frases como “qué chiva”, “es un grande”, o
“se lo merece”, alternando con los bostezos de rigor de la buena mañana. Y en las redes sociales no fue diferente, de
hecho logramos que #Navas como “trending topic” batiera el vil record de #Combate
cuando Melissa Mora quebró con Bryan Ganoza.
¡Qué bueno
que nos sintamos orgullosos de Keylor! ¡Uno
de los nuestros jugando en la élite! ¡Bravo Navas! Pero que desesperanzador si
nos quedamos con solo la alegría y el orgullo.
Que desperdicio si luego de la espumosa emoción, la contratación de
Keylor no nos incomoda. Que pobre efecto
si esa mañana no nos mordió el espejo con preguntas.
Porque ver
a Keylor cumpliendo un sueño de esa proporción debería al menos movernos el
piso, causarnos siquiera un poquito de vértigo.
El muchacho hizo un hueco en el techo nacional para que viéramos más arriba. Nos rompió los auto-limitantes en la cara. Nos dejó sin excusas, y eso, señores, mínimo
debería incomodarnos. Subió la barra
hasta donde ni siquiera pensábamos que se podía. Nos probó que aquí hay madera para salirnos
del canasto, sin olvidarnos del canasto.
Que el esfuerzo paga, que la perseverancia es buena inversión. Nos desafió a retomar los sueños olvidados
por el desánimo, la rutina, o el paradigma del “eso es pa’ otro”. Nos provocó a seguir luchando, nos retó a
despertarnos.
Es buenísimo
ver a Navas lograrlo, pero ahora nos toca a usted y a mí. ¡Gracias Navas!
www.peterparedes.blogspot.com