martes, 25 de enero de 2011

Sobre el Dr. Janusz

Janusz Korczak era un doctor polaco que dirigía un orfanato en Varsovia, durante la ocupación Nazi, y de él escribe Viktor Frankl:

"Janusz Korczak no es un tipo muy conocido, aunque está representado en una conmovedora estatua en Yad Vashem, en Jerusalén. En 1942 deportaron a sus huérfanos al campo de Treblinka, y a Korczak le ofrecieron la opción de quedarse. Desestimó la oferta y subió al tren que los deportaba, con dos pequeños huérfanos en sus brazos mientras les contaba historias alegres. Lo mataron por solidaridad con los huérfanos. En este caso, ese gran hombre no sobrevivió a causa de su sentido de la vida, murió por él.

Otros héroes reales fueron asesinados por defender a un compañero, o por ocupar el lugar de otro recluso en la fila, o por negarse a cumplir una orden de las SS para agredir a otra persona, o por dar un trozo de pan a un niño hambriento. En cualquier caso, los prisioneros lo sabían muy bien: los mejores de entre nosotros no regresaron de los campos de concentración."

Texto tomado del libro: El hombre en busca de sentido de Viktor Frankl.
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Merecimiento no es egolatría, sino dignidad

Texto tomado del libro ¿Amar o depender? de Walter Riso.

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo: "Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor... Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas...Ésa es mi dote..."

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: "Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás". Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañar, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena.

Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: "¿Qué fue lo que te ocurrió?... Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué perdiste esa oportunidad?... ¿Por qué te retiraste?..."

Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: "No me ahorró ni un día de sufrimiento... Ni siquiera una hora... No merecía mi amor..."

Texto tomado del libro ¿Amar o depender? de Walter Riso.
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sábado, 1 de enero de 2011

De Sombras y Soles




No creas que por que tu espacio le calza
al norte imaginario de mi mapa,
no puedo redibujarlo.

No creas que por que escondieron tus ojos
el sueño de mis madrugadas,
no puedo reagruparme.

No creas que por el hecho concreto de
imaginar mis manos naufragando en tu cabello,
no puedo reconsiderarlo.

No creas que por tener una sonrisa
que arrasa el sembradío de mi deseo,
no puedo reponerme.

Porque aunque quiera ver tus poros
dilatados a mi sombra,
ya tendremos muchos soles para eso.
Lo que anhelo es bautizarme
en tu ternura,
pues de ella se alimentan
nuestros soles.
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