
El día que me dijo que tenía que operarme, la doctora me advirtió que por la condiciones del caso, el pronóstico no era muy favorable, incluso me mencionó de algunos posibles tratamientos post-operatorios bastante radicales. Me dijo que era poco probable que me fuera a morir por eso, pero que se iban a generar cambios fuertes en mi vida y en algunas de mis expectativas.
Por supuesto que una semana después de la cirugía ya había ido donde la doctora para evaluar cómo iba cerrando la herida, y además ver el resultado de patología, que gracias a Dios fue benigno. Fue una cita rápida, donde me dijeron que todo salió bien, que no tenía de qué preocuparme, y ni siquiera seguir un tratamiento más que el cuidado propio de la herida.
Esta semana tuve una cita de seguimiento, tres meses después de la operación. Los nuevos exámenes mostraban que todo estaba en los niveles adecuados. Como no había mucho que revisar, la doctora se extendió en el análisis de los resultados de todo el proceso, y utilizó una frase que transcribo literalmente: “No sé si usted entiende la dimensión, pero su caso es anecdótico, es un caso de estudio”. Esto pues, según su experiencia y las estadísticas en la literatura médica, una aplastante mayoría de los casos similares (~97%) son negativos para el paciente.
Deben de haber miles de cirugías diarias en el mundo, pero para cada paciente se está interviniendo su propio mundo. Para mí fue una experiencia intensa. Pasé por ansiedad, tristeza, reclamo, fe, confianza, y reposo emocional. Choqué contra una realidad que no podía cambiar, realidad que al inicio percibí injusta, pero que tuve que asumir con el único recurso que me trasciende a mi mismo, la fe. Es un evento que te hace cuestionar tus valores y sobre qué material estás parado frente a la vida. Le pedí a Dios que no me soltada de la mano, y pude ver su brazo rodeándome en todo el proceso y haciendo un milagro.
No quiero implicar, equívocamente, que si los resultados hubiesen sido negativos era porque Dios no me estaba acompañando. Él siempre va a estar al lado de quien le pide ayuda. En este caso el quiso hacer un milagro, en otros momentos nos llevará por un camino más largo, pero su favor no se va a apartar de quienes le buscan.
Si ponemos nuestra fe y confianza en Dios, y tomamos su mano para que nos guíe por esos segmentos del camino que nos toca cruzar de noche, y aún en los trayectos de día, donde creemos controlar todas las variables, vamos a tener sin duda una vida anecdótica.
La vida es una aventura, y no me quiero perder ninguna de las historias por las que Dios me quiere llevar, porque todos mis milagros están guardados en Él.
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