miércoles, 10 de julio de 2013

Estetoscopio Emocional

Lo han usado muchas veces con todos nosotros.  Nunca nos provocó miedo, aunque si frío, mucho más cuando lo colocan en la espalda.  Es una herramienta básica para los doctores.  De hecho nuestra imaginación colectiva no concibe un doctor sin su metálico estetoscopio colgado del cuello.

Con el estetoscopio se hace una valoración inicial de la salud del corazón.  A partir del ritmo que escucha, el doctor puede darse una buena idea del funcionamiento general.  Más o menos como si el estetoscopio fuera un traductor del lenguaje operativo del corazón, en un lenguaje que el doctor entiende.

Similar al estetoscopio, existe una herramienta para valorar la salud de nuestro corazón emocional: Las palabras.  Jesús lo explicó en una frase simple: “La persona va a hablar de aquello de lo que está lleno su corazón” (Mateo 12:34).  El Dr. Robert Jeffress lo dice con cierta poesía: “La palabras son ventanas que nos permiten ver qué hay en el corazón de una persona”.

Aunque lo primero que se nos ocurre es juzgar a los demás por lo que dicen, esta herramienta cobra verdadero valor en la capacidad que nos da para monitorear nuestro propio corazón emocional.  Cuando nos damos cuenta de qué lo estamos llenando, con qué lo estamos alimentando, podemos corregir y plantearnos un mejor camino.


¿Cuáles son esos temas recurrentes? ¿Cuáles las frases que martillamos una y otra vez?  La clave está en escuchar con atención nuestras propias palabras.  Me atrevería a decir que incluso aquellas que solo decimos con el pensamiento.

martes, 9 de julio de 2013

Mortaja

Ya estaba en la cama, listo para dormir, pero no pude hacerlo sin escribir primero un par de párrafos sobre la noticia que vi.  No escribir para contarla, al fin ya todos la vieron, sino para recordármela cada vez que la lea.

El telón de fondo es una manifestación pacífica de miles de ciudadanos egipcios contra el ejército de ese país, por el asesinato, achacado a los militares, de 51 personas, durante una protesta popular el día anterior, en respaldo al depuesto gobierno.

La Televisión Española entrevista a este hombre joven, que lleva en sus manos una especie de sábana blanca.  La periodista solo preguntó qué era eso, y él respondió con una frase jadeante, rabiosa, caliente, embrionaria.  Sin adornos, pero con la esperanza larga, como quien siembra en creciente: “Este manto es una mortaja (tela usada para envolver un cadáver) tradicional musulmana, y la traigo por si la tienen que usar conmigo, porque estoy dispuesto a morir por esta causa”


Luego de ese golpe macizo de palabras, la cama me pesaba a mí, en lugar de pesarle yo a la cama.  Tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera desatorarme la vergüenza y tomar el valor de preguntarme si estaría dispuesto a morir por las causas por las que digo vivir.