martes, 9 de julio de 2013

Mortaja

Ya estaba en la cama, listo para dormir, pero no pude hacerlo sin escribir primero un par de párrafos sobre la noticia que vi.  No escribir para contarla, al fin ya todos la vieron, sino para recordármela cada vez que la lea.

El telón de fondo es una manifestación pacífica de miles de ciudadanos egipcios contra el ejército de ese país, por el asesinato, achacado a los militares, de 51 personas, durante una protesta popular el día anterior, en respaldo al depuesto gobierno.

La Televisión Española entrevista a este hombre joven, que lleva en sus manos una especie de sábana blanca.  La periodista solo preguntó qué era eso, y él respondió con una frase jadeante, rabiosa, caliente, embrionaria.  Sin adornos, pero con la esperanza larga, como quien siembra en creciente: “Este manto es una mortaja (tela usada para envolver un cadáver) tradicional musulmana, y la traigo por si la tienen que usar conmigo, porque estoy dispuesto a morir por esta causa”


Luego de ese golpe macizo de palabras, la cama me pesaba a mí, en lugar de pesarle yo a la cama.  Tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera desatorarme la vergüenza y tomar el valor de preguntarme si estaría dispuesto a morir por las causas por las que digo vivir.

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