sábado, 23 de enero de 2016

Un genocidio y Tonia

Ya casi las nueve de la mañana, pero el frío descarnado se opone fieramente a que la ciudad de Ghent, Bélgica, se despierte.  La ventana cuadriculada de la sala del hostal deja ver algunos caminantes y unos pocos más que pedalean su bicicleta (haciendo la imagen una postal más de la ciudad).  Lo pausado del río que pasa bajo el puente de Saint Michaels bien podría confundirse con pereza, pero nada más opuesto a la verdad, es más bien el último recurso de una frenética lucha líquida para no congelarse.

Me quedé unos días aquí, aprovechando que le vuelo de regreso de Rwanda pasaba por Bélgica.  Y pese a la belleza medieval y arquitectura flamenca de la ciudad, lo estilizado de sus mujeres, su castillo, sus torres, sus puentes, y los rincones exquisitos que parecen dispuestos para que los ojos no se quieran ir jamás, hay una corriente indomable revolviéndose en mi sangre desde la semana pasada en que visité el museo del Genocidio, en Kigali, Rwanda, que no se va a aquietar hasta que escriba al respecto.

La relación histórica entre Rwanda y Bélgica es sumamente estrecha, ya que fueron los belgas quienes colonizaron al país africano.  No tengo información de cómo fue la conquista, aunque en su vecino Congo fue devastadora.  Sin embargo los historiadores coinciden en que las conductas colonizadoras europeas fueron las que alinearon las causas que han desembocado en el desangre moderno de las otroras colonias, incluyendo el genocidio de Rwanda de Abril de 1994.

No hay registro pre-colonial de divisiones, luchas, o competencia de poder entre la mayoría Hutu y la minoría Tutsi.  Fue durante la colonia que se gestó el registro de las diferencias étnicas con fines, si se quiere, académicos, pero que marcaron el inicio de la separación entre hermanos, que provocaría la muerte de un millón y medio de Tutsis en tan solo 100 días.

Podría detenerme a describir con detalle las fotos reales que están en el museo del genocidio, hacer conjeturas forenses de cómo murieron algunos Tutsi a partir de los daños óseos de los cráneos conservados en las grutas, o incluso fundir mi propio repertorio de palabras de odio con el sentido de injusticia que se evidencia en el testimonio grabado de algunos sobrevivientes.  Pero no lo voy a hacer, porque Rwanda ha elegido el camino del perdón.  Y no es que crea que el perdón debe callar los daños o minimizar con el silencio las atrocidades, sino que quienes fueron victimizados ya han expuesto y asumido los detalles, como primer paso para sanar la devastación personal, familiar, civil, y moral del país.  Así que solo voy a referirme brevemente a algunas de las sensaciones que me quedaron impresas, como marcas de hierro caliente, en las paredes interiores del pecho mientras iba recorriendo las estancias del museo:
  • El corazón humano es inmensamente corruptible.  Nuestras pasiones más oscuras lo deforman al grado de romper el límite de matar por matar, degradándolo a la saña de infligir sufrimiento, dolor, y agonía a otros, incluyendo niños, sin mostrar un segundo de vulnerabilidad ante su grito de clemencia.

  • Lo que sucedió en Rwanda no fue, como alguien quiso explicar con simpleza, que se les metió el diablo.  Fue más bien que unos pocos, con intenciones perversas y fines egoístas, sembraron el demonio del odio en las manos de las masas agitadas.

  • El papel de la prensa para crear una ideología del odio, una retórica de la violencia, y la no solapada invitación a la acción degenerada, fue un bloque fundamental en la construcción social del genocidio.

  • No fueron milicias externas, fue un movimiento interno gestado por el propio gobierno el que promovió y presupuestó la matanza de un grupo de sus ciudadanos.  Los que debían proteger a la población fueron los que usaron contra ella las armas, como un padre masacrando a sus hijos.

  • El mundo entero sabía desde 1990 la receta de muerte que se estaba cocinando en Rwanda.  Algunas voces se levantaron, quienes podían no tomaron una acción inmediata para detener la sangre.  Lamentablemente otra derrota política y práctica en la historia de la ONU.

  • Más de 200,000 años de historia humana según la ciencia y aún no podemos decir que llegamos a un nivel de civilización que garantice que jamás ocurrirá un nuevo genocidio.

  • Siempre hay gente que sopla con fuerza para mantener encendida la llama exigua de la esperanza.  Gente a quien el puño intimidante del poder no le hace bajar la mirada.  Gente con una luz interior que no se atenúa con la amenaza.  Dispuestos literalmente a ponerle el pecho a las balas para que quede intacta la piel de los inocentes.  Tal es el caso de Tonia Locatelli, una monja italiana a quien cobardemente mandaron al cielo antes de tiempo, en las gradas frente a su casa, en 1992, mientras ella levantaba la voz, escribía cartas de alerta, y escondía y alimentaba a los perseguidos ante la violencia ya en marcha.  Su memoria es apenas honrada en el jardín exterior de lo que fue una iglesia católica en Bugesera, donde el gobierno mató a 10,000 Tutsis.  Su tumba, sumamente humilde, como todo en la provincia más pobre de Rwanda, solo tiene una leyenda que se lee en 3 idiomas, aunque su historia y su nombre debieran ser conocidos por el mundo entero.

Aun en las dificultades más sombrías hay personas con una verdad más fuerte en el corazón.  Quizá no todas logran llegar al otro lado de las sombras, pero sin duda nos dejan marcado el camino.

Que nuestro corazón jamás alimente el odio, que haya muchos padres de familia con la sabiduría de criar todas las imprescindibles Tonias que ocupamos en el mundo, y que tengamos la fibra para convertirnos nosotros mismos en una Tonia hoy que es tan necesario.  Aun creo que la bondad es más contagiosa que la maldad.

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miércoles, 13 de enero de 2016

Amanecer en Rwanda

En un compás creciente de métricas complejas, 
orquestado por cientos de pájaros cantando, 
la claridad decidida se abre paso, 
cardumen en fuga enardecido, 
esperma de luz con apetito desbocado 
por fecundar el aire de mi primer amanecer 
en este país herido.

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viernes, 1 de enero de 2016

Predicciones 2016

Si usted pone “Predicciones 2016” en cualquier buscador de Internet, le saldrá un abismal número de resultados, cercano a los 600,000.  Una simple muestra de nuestra avidez humana por predecir el futuro, utilizando diferentes grados de elucubración: desde sistemáticas proyecciones matemáticas y conclusiones estadísticas, pasando por pronósticos basados en la experiencia, hasta inconsecuentes augurios, vaticinios, y presagios.

Entre nuestros profetas modernos tenemos Premios Nobel de Economía, Astrónomos, Geólogos, Meteorólogos, (y otros “ólogos” del ecosistema científico), pero también auto proclamados Videntes y Agoreros estilo Walter Mercado, sin dejar de mencionar periodistas deportivos que predicen quiénes serán los convocados de este año a la selección.

En el repertorio de predicciones, hay para cada tonalidad que se busque.  Algunos pocos ejemplos:

  • Van a lograr ubicar el avión de Malaysia Airlines
  • Luis Miguel va a tener problemas legales y financieros
  • Cartago queda campeón
  • El Papa va a tener un período de enfermedad tras hacer una reforma sustancial en la iglesia
  • Un nuevo record a la baja en el precio del petróleo
  • Inundaciones en California
  • Terremoto en el Noreste de USA
  • Mayor desaceleración en la economía China

La verdad nadie sabe lo que sucederá ni siquiera el segundo siguiente.  Por supuesto que existen modelos predictivos para mostrar tendencias, que permiten concluir con un nivel de confianza y parámetros de error, pero no necesariamente para nuestra realidad cotidiana y personal.

Por más que vaticine y planee, yo no sé cómo será mi 2016.  Sé qué quiero lograr, qué quiero aprender, por qué me voy a esforzar, pero hay demasiadas variables que no dependen de mí. 

Me opongo visceralmente a todos esos lemas cristianoides de súper victoria espiritual, que mezclados con el positivismo humanista y la “ley de la atracción”, hacen creer a la gente que no habrá lágrimas ni piedras insalvables en el camino.  Me sé de memoria las referencias bíblicas donde Dios me dice que “nunca me dejará ni desamparará”, donde me dice que “su misericordia me perseguirá”, donde dice que “caminará delante de mí”, pero también me sé las que describen que “el camino es angosto”, que “en esta tierra enfrentarán aflicción”, y la que dice “esfuérzate y sé valiente”.  Conozco el salmo 84:7, pero no ignoro el 84:6.

Así que puedo planear y dar lo mejor de mí este año para tener un excelente pronóstico de los resultados, pero qué pasa si por más que me esfuerzo no logro lo que quiero, y si no llega la pareja, y si no formo una familia, y si no llegan los hijos, y si no me gradúo, y si no me dan el puesto para el que me he preparado, y si no puedo pagar la casa, y si me despiden del trabajo, y si me diagnostican una enfermedad crónica, y si me son infieles, y si, y si, y si…

Pues nada.  Nuestra responsabilidad es planear, dar la mejor lucha, entrelazar con otros nuestras manos, ponernos la camiseta de la esperanza, empuñar el amor y la fe, y tomar el riesgo de caminar (créame que lo mejor de la vida se pierde por no tomar riesgos).  De Dios es todo lo demás.

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