
Entre
nuestros profetas modernos tenemos Premios Nobel de Economía, Astrónomos, Geólogos,
Meteorólogos, (y otros “ólogos” del ecosistema científico), pero también auto
proclamados Videntes y Agoreros estilo Walter Mercado, sin dejar de mencionar periodistas
deportivos que predicen quiénes serán los convocados de este año a la selección.
En el repertorio
de predicciones, hay para cada tonalidad que se busque. Algunos pocos ejemplos:
- Van a lograr ubicar el avión de Malaysia Airlines
- Luis Miguel va a tener problemas legales y financieros
- Cartago queda campeón
- El Papa va a tener un período de enfermedad tras hacer una reforma sustancial en la iglesia
- Un nuevo record a la baja en el precio del petróleo
- Inundaciones en California
- Terremoto en el Noreste de USA
- Mayor desaceleración en la economía China
La verdad
nadie sabe lo que sucederá ni siquiera el segundo siguiente. Por supuesto que existen modelos predictivos para
mostrar tendencias, que permiten concluir con un nivel de confianza y
parámetros de error, pero no necesariamente para nuestra realidad cotidiana y
personal.
Por más que
vaticine y planee, yo no sé cómo será mi 2016.
Sé qué quiero lograr, qué quiero aprender, por qué me voy a esforzar,
pero hay demasiadas variables que no dependen de mí.
Me opongo
visceralmente a todos esos lemas cristianoides de súper victoria espiritual,
que mezclados con el positivismo humanista y la “ley de la atracción”, hacen creer
a la gente que no habrá lágrimas ni piedras insalvables en el camino. Me sé de memoria las referencias bíblicas
donde Dios me dice que “nunca me dejará ni desamparará”, donde me dice que “su
misericordia me perseguirá”, donde dice que “caminará delante de mí”, pero
también me sé las que describen que “el camino es angosto”, que “en esta tierra
enfrentarán aflicción”, y la que dice “esfuérzate y sé valiente”. Conozco el salmo 84:7, pero no ignoro el
84:6.
Así que
puedo planear y dar lo mejor de mí este año para tener un excelente pronóstico
de los resultados, pero qué pasa si por más que me esfuerzo no logro lo que quiero, y si no llega la pareja, y si no formo una familia, y
si no llegan los hijos, y si no me gradúo, y si no me dan
el puesto para el que me he preparado, y si no puedo pagar la casa, y si me
despiden del trabajo, y si me diagnostican una enfermedad crónica, y si me son
infieles, y si, y si, y si…
Pues
nada. Nuestra responsabilidad es planear,
dar la mejor lucha, entrelazar con otros nuestras manos, ponernos la camiseta
de la esperanza, empuñar el amor y la fe, y tomar el riesgo de caminar (créame que
lo mejor de la vida se pierde por no tomar riesgos). De Dios es todo lo demás.
www.peterparedes.blogspot.com
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