lunes, 2 de enero de 2017

Otro año sin cumplir mis Propósitos...

Esta es la época donde la mayoría de nosotros sale con su propia lista de propósitos que queremos cumplir en el nuevo año.  Pero no es secreto que ya por la quita semana del año muchos de los propósitos se quedaron perdidos en el camino.

Para evitar que eso suceda, en mi criterio hay cuatro elementos básicos para lograr que un propósito se sostenga en el tiempo.  Se los digo y luego le pongo un ejemplo (Bajar 20 kg de peso):

1. Debe dividirse en acciones claras y específicas
2. Cada acción debe estar calendarizada en la agenda semanal
3. A cada acción se le asignan los recursos materiales o económicos que requiere
4. Se debe establecer un compromiso y seguimiento con alguien más

Veamos el ejemplo:

Propósito: Bajar 20 kg de peso durante este 2017
1. Lo primero que tenemos que hacer es quebrar ese propósito en acciones puntuales:
a. Una visita mensual al nutricionista
b. Tres sesiones de ejercicio semanal de 1 hora cada sesión
c. Llevar un curso de comida saludable en YouTube

2. Las acciones definidas no se hacen solas, entonces debemos designarles un espacio propio, regular, y disciplinado en nuestra agenda mensual.  Así, el ejemplo sería:
a. Cita con el nutricionista: El primer sábado de cada mes, de 9 am a 10 am.
b. Salir a caminar los Martes y Jueves de 6 pm a 7 pm, y los Sábados de 7 am a 8 am.
c. Sentarme a aprender de cocina saludable en los canales de YouTube los Lunes de 6 pm a 7 pm.

3. Algunas de las acciones van a ocupar recursos, por ejemplo:
a. Separar c25,000 mensuales para el pago del nutricionista
b. Si no tengo zapatos tenis, pues ahorrar c10,000 mensuales hasta tener el dinero para comparme las tenis que necesito
c. Ver un curso en YouTube no tiene costo, más que la conexión a internet

4. Muchos de nosotros necesitamos de alguna otra persona que nos apoye, motive, o incluso simplemente alguien a quien le contemos cada ciento tiempo cómo va nuestra meta de bajar 20 kg.  Puede ser un amigo(a), un familiar, o incluso el nutricionista.

¿Qué otros elementos cree ud que sean necesarios para no llegar al fin de año con la triste frase: "Otro año sin cumplir mis propósitos"?

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domingo, 13 de noviembre de 2016

¿Sabe cuántas personas en el mundo llevan su mismo nombre?

Los expertos dicen que somos aproximadamente siete mil millones de personas actualmente en el mundo (7,000,000,000), y calculan que a través de la historia han vivido otras ciento siete mil millones (107,000,000,000), para un total de ciento catorce mil millones (114,000,000,000) de gentes que han pasado por este planeta.

¿Se imagina la cantidad de nombres repetidos? ¿Se imagina la cantidad de personas que a través de los siglos han llevado o llevan en este momento su mismo nombre? Posiblemente se cuentan por decenas de miles...  Martas, Lorenas, Rodolfos, Edgardos, Lucianos, Federicos, Guiselles, etc. Sin embargo me encanta pensar que Dios tiene un nombre único para cada persona, no sé si incluso en una fonética o un alfabeto diferente, pero al fin y al cabo un nombre exclusivo, irrepetible, intencionado y vinculado a un propósito particular.  

Dentro de mis laberintos mentales también me gusta pensar que las personas que han empujado hacia adelante al mundo, esos que podríamos llamar los iluminados, me refieron a las Madres Teresa, los Pablos de Tarso, los Martin Luther Kings, los Mozarts, los Joseph Listers, los Bachs, los Nerudas, los Mandelas, etc, fueron personas a las que de alguna manera Dios les desveló el nombre único que Él tenía para ellos.  Quizá uno o dos de ellos lo escucharon directamente en sus oídos, pero a la inmensa mayoría le fue revelado escrito en las caras de las personas que formaban su mundo inmediato.  Lo percibieron allí, en las necesidades, en el sufrimiento, en el hambre y el dolor de la gente que los rodeaba.  Eso les dio la fuerza y el temple para ser surco, agua, y semilla.  Su nombre les cambió la historia, y con ella la historia de su entorno.  Se convirtieron en seres humanos inquietos, acometidos, e inconformes.  Capaces de desafiarse a sí mismos y aceptar el reto que les planteaba el significado de su nuevo nombre.  


Si usted ha leído esto, hay una muy alta probabilidad de que usted esté vivo :) , y eso es un claro indicador de que su tiempo no se ha acabado.  No se ha hecho tarde para descubrir el nombre exclusivo que Dios le ha dado. Muchos lo han encontrado sosteniendo a un hijo con necesidades especiales. Otros lo descubrieron ayudando a salir adelante a gente que ha sufrido las mismas experiencias traumáticas que ellos.  Otros proponiendo leyes más justas para los ciudadanos.  Otros donando horas es un hospital.  Algunos adoptando un niño.  


Aún está por verse cómo usted y yo descubrimos nuestro nombre.  Un buen lugar para empezar a buscar es observando con cuidado el rostro de la gente de nuestro entorno.


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domingo, 23 de octubre de 2016

Ejercicio Colectivo

Un solo minuto expuesto a cualquier edición de noticias es suficiente para helarnos del susto.  Los accidentes de esta semana, más el desfile habitual de desastres naturales, guerras, pandillas, homicidios, drogas, asaltos, etc.  Es fácil terminar sin uñas, que se nos drene la esperanza, y una estorbosa sombra de negativismo nos empañe la vista.

La solución no es necesariamente que nos ocultemos de las noticias, de todos modos en un mundo tan conectado, es virtualmente imposible pasar desapercibido.

La solución la puede encontrar en el espejo.  Si, la solución para potenciar la esperanza es usted, y cómo nutre la vida, su entorno inmediato, y a las personas que están en la extensión de sus brazos.  Yo propongo (aunque en verdad la palabra “proponer” me queda gigante, porque ya muchos otros lo han dicho y tantos más lo están haciendo) que en este mundo escaso de solidaridad, compasión, respeto, y ternura (amor en una palabra) ¡los generemos nosotros mismos!  Sí, nosotros que hemos sido bendecidos con el amor de otros, con las oportunidades, el conocimiento, los recursos, y el trabajo.  ¿Fácil? Para nada.  ¿Gratis? No necesariamente.  ¿Sin esfuerzo? De ninguna manera.

¿Y cómo lo vamos a hacer?  Le voy a sugerir una lista de acciones.  La idea es escoger una acción intencionada cada día y aplicarla al menos una vez durante ese día.  Siéntase libre para agregar todas las que su creatividad y experiencia le traigan, y por supuesto compártamelas para hacer de esto un ejercicio colectivo.  No espere a sentirse completamente confortable con todas las acciones, recuerde que lo que nos implica un esfuerzo no siempre se sentirá natural.  La bondad es un músculo que solo crece si se le exige.

Aquí la lista:
  • Sostener la puerta para que otra persona pase primero
  • Prepararle sin razón el desayuno a un familiar (las mamás lo hacen todos los días)
  • Comprarle un café a un desconocido
  • Preparar un sándwich y un jugo para una persona que anda pidiendo en la calle
  • Pagar la cuenta de otra mesa en el restaurante (No olvide también pagar su propia mesa)
  • Ofrecer una mañana de un sábado a una organización de beneficencia
  • Hacer alguna parte del oficio de la casa que esté fuera de los oficios que usted le corresponden
  • Cederle el mejor trozo de carne o pollo (o si usted es vegetariano, pues los mejores vegetales) a otra persona en su mesa familiar
  • Ceder el asiento del bus
  • Escuchar a alguien prestándole toda su atención (no mientras ve el tele o el celular)
  • Llamar por teléfono, o aún mejor visitar, a alguien que hace mucho no ve (quizá un abuelito, un tío, tus papás)
  • Dar una tarjeta de agradecimiento a algún compañero de trabajo, su jefe, un amigo, o un familiar
  • Dar unas palabras de ánimo a alguien que está triste o pasando por un mal momento (pueden ser incluso por escrito)
  • Resaltar, en cualquier conversación, algo positivo o bonito de la otra persona, de su apariencia, de sus logros, de su actitud
  • Preparar algo de comer que pueda llevar sin motivo a sus compañeros de la universidad o el trabajo, puede ser un postre o algo para el café de la tarde
  • En lugar de aparcar su carro en ese excelente espacio de parqueo, cédalo a un desconocido.  Quizá lo necesite más
  • Ceder el derecho de vía, con buena actitud, a un desconocido
  • Llevar un diario a una familia que lo necesita
  • Sentarse a almorzar con ese compañero de trabajo o universidad que normalmente se sienta solo
  •  Dedicar tiempo y paciencia a esa persona que normalmente lo/la saca de sus casillas
  • Ir a un hospital a la hora de la visita y ponerse a hablar con algún paciente que no recibió visita
  • Hablar con bondad a esa persona con la que siempre tiene una comunicación cortante
  • Pedir perdón abiertamente y sin poner excusas por ese mal entendido que ya tiene tiempo de estar allí
  • Llevar un almuerzo o cena a algún ancianito o enfermo que viva solo
  • Dar un buen abrazo a un familiar o amigo cercano y decirle cuánto lo ama
  • Cuando vaya a responder con tono irónico o sarcástico, cierre la boca y responda con buena actitud
  • Ofrecer ayuda a ese compañero que usted sabe que tiene una tarea o trabajo atrasado
  • Ofrecerse a hacer algunas sesiones de ejercicio con ese compañero que está tratando pero que le cuesta tener la disciplina (Si utilliza esto para ligar, empieze a leer de nuevo desde el principio)
  • Ponerse de acuerdo y pasar a traer a ese ancianito que siempre llega solo a la iglesia.  Quizá incluso puede hacer un horario para rotar esa buena acción con sus amigos
  • Darle una palabras de estímulo a algún compañero, familiar o amigo que esté haciendo las cosas bien
  • Compartir esta lista con sus amigos y familiares para que la bondad se multiplique

Recuerde que los pitazos o madrazos en las calles, los resentimientos, las malas caras, las malas actitudes, el cocinar el pastel solo para nosotros mismos, jamás le ha sacado cosquillas a la vida.  Eso solo se logra desprendiéndonos del interés propio y asignándole mayor valor a los demás que a nosotros mismos.  Espero que me cuente cómo le va.  No olvide que si usted está leyendo esto es porque de fijo la vida le ha dado al menos un puñado de semillas para sembrar.


domingo, 4 de septiembre de 2016

Sin Respuestas

El invierno en su cabello le daba más peso a la frase, ya de por sí profunda, que soltara en mitad de la conversación.  El barítono de su voz le puso un aire de sentencia implacable, sublime como un epitafio, e inmutable como el punto final de un libro: "Es que cuando tenemos veinte años, creemos haber encontrado todas las respuestas".

Mientras la frase se desbordaba de la mesa, expandiéndose por el lugar como el aroma de las tazas de café, yo ya no pude escuchar nada más.  Los que seguían hablando alrededor parecían solo mover sus labios sin emitir sonido.

¡Qué cierto! – me dije.  En los veintes creímos saberlo todo, entenderlo todo, haberlo descifrado todo.  Jurábamos tener el secreto de la vida develado clarito en las palmas de las manos.  Pero no.  Es hasta más adelante, al sentir el arrastre natural de los años, cuando la marea de la experiencia ya nos llega a la cintura, que apenas empezamos a entender que ni la vida ni sus respuestas son lineales; que hay espejos difusos, curvas, inclinaciones, cuestas, miradas, palabras, follajes, argumentos, puertas sin manija, y ventanas trabadas, donde a menudo se esconde la verdad; sepultada a veces en lugares perdidos, sin cruces ni marcas.

Lo cierto es que con los años nos cruzan más preguntas que respuestas, o para decirlo mejor: más preguntas sin respuestas.  Cada vez son más comunes los: ¿Por qué me pasa esto a mí?  ¿Por qué tuvo que morirse? ¿Por qué no honró el compromiso? ¿Cómo es posible que eso nos pudiera suceder?  ¿Por qué se burló de mi? ¿Cómo no pude verlo a tiempo? y un sinfín de “cómos” y “por qués” adicionales.

No somos pocos los que nos quedamos en el tiempo buscando respuestas, como si el futuro estuviese dispuesto a esperar, como si una respuesta fuera la carta de garantía para devolver el tiempo.  Y no es que no sea importante cuestionar por qué pasan las cosas, de hecho aprender de las experiencias implica estar dispuesto a encarar preguntas serias y complejas.  Pero debemos ser moderados y saber que en la vida hay muchas situaciones donde toda respuesta se quedará corta, y las razones por las que pasan algunas cosas, por lo menos en esta vida, no nos serán reveladas.

No promuevo en estos párrafos simplemente seguir avanzando a pesar de los eventos críticos que nos suceden.  De eso no se trata.  Muchas veces se nos romperán las anclas que nos sostienen, y es crucial vivir el luto, reagruparnos, repensarnos, pero conscientes de que hay un punto de inflexión, un punto donde debemos asumir una postura sabia ante la ausencia de respuestas, tomar una vez más la bandera de la vida entre las manos, y decir como alguna vez reflexionó mi hermana en forma de consejo: “Yo la verdad ya decidí dejar de buscar respuestas”. 

No es claudicar, es aprender a vivir.  Al fin y al cabo, los viejitos más contentos que conozco, esos que tienen llenitos los ojos, no son los que encontraron en su camino todas las respuestas, sino los que aprendieron a caminar cargando con sabiduría su saco de preguntas.

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viernes, 25 de marzo de 2016

A como vivió murió

Vivió rompiendo los convencionalismos religiosos y sociales:

-Que la mujer vale igual que el hombre (Juan 8:4)
-Que se debe de hacer el bien a los que nos hacen mal (Mateo 5:39)
-Que perdonar no es opcional (Mateo 6:14)
-Que no todo lo que está a la vista es para verlo (Mateo 5:28)
-Que se debe amar a los enemigos (Mateo 5:44)
-Que el más importante no es quien tiene servidores, sino el que sirve a los demás (Mateo 20:25)
-Que lo inmaterial es lo que más valor tiene (Mateo 6:19)
-Que con la fe de la gente no se hace negocio (Juan 2:15)
-Que la preocupación por lo que no está en tu control no tiene sentido (Mateo 6:27)
-Que las buenas obras valen si tienes la motivación correcta (Mateo 6:1)
-Que el mayor regalo no lo hace quien da algo muy caro, sino quien comparte lo que necesita (Lucas 21:1)
-Que debemos aceptar a quienes nos son diferentes (Mateo 9:10)

Y murió consecuente a como vivió: entregando su vida por los que no podíamos pagar, mostrando que el amor no se trata de llenarse uno, sino de vaciarse por los demás.

lunes, 14 de marzo de 2016

Le pregunté su nombre y me dijo: "Yo te amo"

Los niños hacían una trabajosa fila que cada 5 minutos fracasaba en su forma y propósito.  Empujones, bromas, carcajadas, coladas, y amagos de pelea; los güilas (como les decimos en Guadalupe) son igual de inquietos en cualquier parte del mundo, como igual de posesivos nosotros, los hombres.  Mi tarea de esa tarde era bastante fácil: repartir cuadernos y lapiceros.  La cantidad que debía darle a cada niño era variable, nunca supe qué la determinaba; al principio parecía ser el grado escolar del niño, pero luego más bien algún criterio aleatorio del maestro que estaba conmigo.

Dentro del mar de niños agrupados alrededor de las cajas de cuadernos en varios puntos de la escuela, a mí me asignaron al grupo de los que llaman “Dream Boys”.  Son niños rescatados de las calles de Kigali, capital de Ruanda, y patrocinados por donadores independientes para estudiar en las escuelas fundadas por la organización Africa New Life.  Cuando pregunté por qué les llaman los “Dream boys” la respuesta se hundió con su descarnado filo metálico en la corteza flaca de mi tan diferente realidad: “eran niños sin sueños, pero ahora pueden soñar”.  Ahora los enlaza una familia grande y el nuevo suceso de recibir comida, cobija, cariño, valores, y educación, que de alguna manera les pone una hoja en blanco en una mano, y en la otra lápices de colores para que dibujen el futuro que les fue robado.

En la hora y media que tardó la actividad, pese al alboroto y las travesuras, siempre hubo un niño en silencio.  Era un niño triste.  Aislado pero a la vez en medio de todos los demás, como si lo envolviera un plástico difuso y melancólico que lo hacía inalcanzable al ruido y al tacto de los otros niños.  Sentado en el zacate, con la mirada en el suelo, como si la ley de la gravedad pesara el doble en sus ojos.  Esperando pasivo a que el maestro lo llamara a la fila.  Nadie se acercaba a bromearle ni a jugar con él.  Nadie fue a pedirle que le enseñara los cuadernos, ni a mostrarle los suyos.  Como si los demás niños no quisieran contagiarse de algún recuerdo de manos anchas que a él lo tenía anudado de adentro hacia afuera.

Ya sin más cuadernos que repartir, le pedí a un traductor que nos acercáramos a hablarle.  Sus brazos y sus piernas mostraban una cicatriz extensa, de las rodillas a los pies y de los codos a las manos.  Su voz leve se derretía al instante de tocar el aire y era como si arrastrara una petición de perdón en sus palabras.  Le pregunté la edad, en qué grado estaba, cómo le iba en la escuela, y algunas otras cosas simples, tratando de agujerear su silencio.

Cuando le pregunté su nombre levantó su carita y dijo: “Je t’aime”.  Tardé unos segundos para que mi cerebro se enterara que su nombre era “Yo te amo” en francés (esto por la influencia Belga en Ruanda), y otros segundos más en juntar del suelo algunos pedazos de mí que se cayeron ante el golpe y el peso de su nombre pronunciado por un niño.

Sé que se requiere más que eso, pero estoy seguro que cada vez que alguien llame a ese niño por su nombre, serán para él palabras que lo ayuden a deshacer los nudos y sanar por dentro.

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miércoles, 2 de marzo de 2016

La sentencia de Emiliano


Emiliano vive en una sociedad que parece tenerle pavor al silencio.  Él como muchos otros, porque tampoco podemos caer en la ceguera de generalizar, desde que despierta en la mañana, y hasta que vuelve por las noches a desvanecerse en la cama, tiene a su lado múltiples aparatos ruidosos para entretenerse; trazo locuaz de su fobia al silencio.  Y como la vieja historia del huevo y la gallina, no sabemos si la constante exposición al ruido degolló su capacidad de escucharse, o si su desesperada incapacidad de escucharse lo empujó a exponerse al ruido constante.  El caso es que hoy la sentencia médica para nuestro aturdido Emiliano es indisputable: sordera de sí mismo.

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