sábado, 29 de agosto de 2015

El Sabio de Babilonia

Cuando el mundo conocido era dominado por el avasallador Imperio Babilónico, con renombrados y todopoderosos reyes caldeos, medos, y persas tales como Nabucodonosor, Darío, y Ciro, había en el reino un sabio excepcional llamado Beltsasar.  

Su inteligencia, convicción, destreza, dominio de las lenguas, disciplina, y talentos aguzados lo habían colocado por mucho tiempo al frente de la administración del imperio, donde mantenía una reputación intachable.

Aunque él mismo no era el rey del imperio, su posición sin duda era de honor, fama, poder, riqueza, influencia y alcance internacional (si el término "internacional" calza para la época).  Indiscutiblemente debió tener una exquisita profundidad de pensamiento y magnetismo en sus palabras para que los más poderosos lo llamaran su consejero personal.

Pese a sus iluminados dotes y a su vasta carrera profesional que culmina en un puesto de distinción y privilegio, se registra en el libro que narra su historia, conocido simplemente como “Daniel”, su profundo sentido de humildad, caracterizado por el reconocimiento de lo ínfimo de sus logros, influencia, y fama frente a la inmensidad de la bondad de Dios.  Una frase que pronunció en una oración a Dios basta para ilustrar el punto: "Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud sino a tu gran misericordia".

Y yo digo: que el poquito de sabiduría que tenemos nos alcance para ver la proporción correcta de cada cosa.

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miércoles, 19 de agosto de 2015

La Señora y su Calendario

Se le incendiaba el alma de ganas por tener el calendario de los bomberos, pero su posición de señora de sociedad, madre respetable, y mujer de hogar, sumado al "Qué Dirán", hacía que a todas luces comprarlo fuera severamente inapropiado.

Elaboró entonces un plan muy poco intrincado pero si decoroso para hacerse con la suya: Provocaría ella misma un incendio en su casa. Un pre-aviso anónimo haría que los bomberos llegaran antes de que los daños fueran cuantiosos, y mientras ellos desplegaban sus unidades, se revestían con sus equipos, activaban las máquinas entre palancas y manijas, y entraban presurosos y sudorosos a la casa a luchar contra las llamas incipientes, ella se apostaría en un rincón privilegiado del frente de la casa a tomar fotos con su celular. Podría tener así nada más y nada menos que su propio calendario de los bomberos.

No le dio muchas largas, ya no podía esperar más para escoger quién sería Setiembre (el mes de su cumpleaños), así que arregló todo para llevar a cabo su plan esa misma tarde.

Todo iba sucediendo según la secuencia elucubrada en su mente, y ella, fría y calculadora, se mantenía tranquila mientras veía el humo empezar a hacer su vaporoso camino por entre las celosías de la cocina. Al escuchar la proximidad de las sirenas la adrenalina apenas se liberó en una pequeña dosis controlada, sin mayor alteración sobre su pulso seco. Cuando vio los camiones entrar por su calle se colocó muy digna a la par del arbolito de la entrada, y encuadró su celular para la primera foto. Fue allí cuando se le vio caer sobre sí misma, y pegar un grito que parecía enmudecer todas las sirenas del mundo. Se dio cuenta con histérico pavor que se le había pasado un detalle. Su celular se había quedado sin batería.

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sábado, 15 de agosto de 2015

El abrazo que iluminó las estrellas

Hace un par de semanas, quizá por la inminencia del 2do disco, de las profundidades del mar de mis recuerdos felices subió a tomar oxígeno uno en particular.  

Yo tenía la vida nueva (19 años), y una de mis canciones se había logrado colar en el Festival OTI de ese año.  La grabación la habíamos hecho el miércoles anterior en #Teletica.  En la noche del sábado pasaban el programa a las 8 pm donde los jueces decidían cuáles canciones iban a la final.  Yo me fui a verlo con mis amigos del barrio a la casa de Roberto, a 50 metros de la mía.  

Al cierre del programa, en el mismo segundo en el que los jueces anuncian que mi canción pasaba a la final, todo estalló en gritos y la emoción se desbordó por puertas y ventanas.  Mi reacción inmediata, diría que instintiva, fue correr hacia la casa de mis papás.  Para mi sorpresa mi madre había reaccionado igual, de modo que nos encontramos en la mitad del camino con la prisa atorada en la garganta, y nos fundimos en un abrazo que estoy seguro que iluminó a las estrellas de esa noche.  Ese abrazo fue luego el combustible para muchas empresas de mi vida.  Gracias ma!