Cuando el mundo conocido era dominado por el avasallador Imperio Babilónico, con renombrados y todopoderosos reyes caldeos, medos, y persas tales como Nabucodonosor, Darío, y Ciro, había en el reino un sabio excepcional llamado Beltsasar.
Su inteligencia, convicción, destreza, dominio de las lenguas, disciplina, y talentos aguzados lo habían colocado por mucho tiempo al frente de la administración del imperio, donde mantenía una reputación intachable.
Aunque él mismo no era el rey del imperio, su posición sin duda era de honor, fama, poder, riqueza, influencia y alcance internacional (si el término "internacional" calza para la época). Indiscutiblemente debió tener una exquisita profundidad de pensamiento y magnetismo en sus palabras para que los más poderosos lo llamaran su consejero personal.
Pese a sus iluminados dotes y a su vasta carrera profesional que culmina en un puesto de distinción y privilegio, se registra en el libro que narra su historia, conocido simplemente como “Daniel”, su profundo sentido de humildad, caracterizado por el reconocimiento de lo ínfimo de sus logros, influencia, y fama frente a la inmensidad de la bondad de Dios. Una frase que pronunció en una oración a Dios basta para ilustrar el punto: "Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud sino a tu gran misericordia".
Y yo digo: que el poquito de sabiduría que tenemos nos alcance para ver la proporción correcta de cada cosa.
Aunque él mismo no era el rey del imperio, su posición sin duda era de honor, fama, poder, riqueza, influencia y alcance internacional (si el término "internacional" calza para la época). Indiscutiblemente debió tener una exquisita profundidad de pensamiento y magnetismo en sus palabras para que los más poderosos lo llamaran su consejero personal.
Pese a sus iluminados dotes y a su vasta carrera profesional que culmina en un puesto de distinción y privilegio, se registra en el libro que narra su historia, conocido simplemente como “Daniel”, su profundo sentido de humildad, caracterizado por el reconocimiento de lo ínfimo de sus logros, influencia, y fama frente a la inmensidad de la bondad de Dios. Una frase que pronunció en una oración a Dios basta para ilustrar el punto: "Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud sino a tu gran misericordia".
Y yo digo: que el poquito de sabiduría que tenemos nos alcance para ver la proporción correcta de cada cosa.
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