viernes, 25 de marzo de 2016

A como vivió murió

Vivió rompiendo los convencionalismos religiosos y sociales:

-Que la mujer vale igual que el hombre (Juan 8:4)
-Que se debe de hacer el bien a los que nos hacen mal (Mateo 5:39)
-Que perdonar no es opcional (Mateo 6:14)
-Que no todo lo que está a la vista es para verlo (Mateo 5:28)
-Que se debe amar a los enemigos (Mateo 5:44)
-Que el más importante no es quien tiene servidores, sino el que sirve a los demás (Mateo 20:25)
-Que lo inmaterial es lo que más valor tiene (Mateo 6:19)
-Que con la fe de la gente no se hace negocio (Juan 2:15)
-Que la preocupación por lo que no está en tu control no tiene sentido (Mateo 6:27)
-Que las buenas obras valen si tienes la motivación correcta (Mateo 6:1)
-Que el mayor regalo no lo hace quien da algo muy caro, sino quien comparte lo que necesita (Lucas 21:1)
-Que debemos aceptar a quienes nos son diferentes (Mateo 9:10)

Y murió consecuente a como vivió: entregando su vida por los que no podíamos pagar, mostrando que el amor no se trata de llenarse uno, sino de vaciarse por los demás.

lunes, 14 de marzo de 2016

Le pregunté su nombre y me dijo: "Yo te amo"

Los niños hacían una trabajosa fila que cada 5 minutos fracasaba en su forma y propósito.  Empujones, bromas, carcajadas, coladas, y amagos de pelea; los güilas (como les decimos en Guadalupe) son igual de inquietos en cualquier parte del mundo, como igual de posesivos nosotros, los hombres.  Mi tarea de esa tarde era bastante fácil: repartir cuadernos y lapiceros.  La cantidad que debía darle a cada niño era variable, nunca supe qué la determinaba; al principio parecía ser el grado escolar del niño, pero luego más bien algún criterio aleatorio del maestro que estaba conmigo.

Dentro del mar de niños agrupados alrededor de las cajas de cuadernos en varios puntos de la escuela, a mí me asignaron al grupo de los que llaman “Dream Boys”.  Son niños rescatados de las calles de Kigali, capital de Ruanda, y patrocinados por donadores independientes para estudiar en las escuelas fundadas por la organización Africa New Life.  Cuando pregunté por qué les llaman los “Dream boys” la respuesta se hundió con su descarnado filo metálico en la corteza flaca de mi tan diferente realidad: “eran niños sin sueños, pero ahora pueden soñar”.  Ahora los enlaza una familia grande y el nuevo suceso de recibir comida, cobija, cariño, valores, y educación, que de alguna manera les pone una hoja en blanco en una mano, y en la otra lápices de colores para que dibujen el futuro que les fue robado.

En la hora y media que tardó la actividad, pese al alboroto y las travesuras, siempre hubo un niño en silencio.  Era un niño triste.  Aislado pero a la vez en medio de todos los demás, como si lo envolviera un plástico difuso y melancólico que lo hacía inalcanzable al ruido y al tacto de los otros niños.  Sentado en el zacate, con la mirada en el suelo, como si la ley de la gravedad pesara el doble en sus ojos.  Esperando pasivo a que el maestro lo llamara a la fila.  Nadie se acercaba a bromearle ni a jugar con él.  Nadie fue a pedirle que le enseñara los cuadernos, ni a mostrarle los suyos.  Como si los demás niños no quisieran contagiarse de algún recuerdo de manos anchas que a él lo tenía anudado de adentro hacia afuera.

Ya sin más cuadernos que repartir, le pedí a un traductor que nos acercáramos a hablarle.  Sus brazos y sus piernas mostraban una cicatriz extensa, de las rodillas a los pies y de los codos a las manos.  Su voz leve se derretía al instante de tocar el aire y era como si arrastrara una petición de perdón en sus palabras.  Le pregunté la edad, en qué grado estaba, cómo le iba en la escuela, y algunas otras cosas simples, tratando de agujerear su silencio.

Cuando le pregunté su nombre levantó su carita y dijo: “Je t’aime”.  Tardé unos segundos para que mi cerebro se enterara que su nombre era “Yo te amo” en francés (esto por la influencia Belga en Ruanda), y otros segundos más en juntar del suelo algunos pedazos de mí que se cayeron ante el golpe y el peso de su nombre pronunciado por un niño.

Sé que se requiere más que eso, pero estoy seguro que cada vez que alguien llame a ese niño por su nombre, serán para él palabras que lo ayuden a deshacer los nudos y sanar por dentro.

:: Si desea suscribirse al blog puede hacerlo en la parte superior, donde dice: "Follow by Email" ::

miércoles, 2 de marzo de 2016

La sentencia de Emiliano


Emiliano vive en una sociedad que parece tenerle pavor al silencio.  Él como muchos otros, porque tampoco podemos caer en la ceguera de generalizar, desde que despierta en la mañana, y hasta que vuelve por las noches a desvanecerse en la cama, tiene a su lado múltiples aparatos ruidosos para entretenerse; trazo locuaz de su fobia al silencio.  Y como la vieja historia del huevo y la gallina, no sabemos si la constante exposición al ruido degolló su capacidad de escucharse, o si su desesperada incapacidad de escucharse lo empujó a exponerse al ruido constante.  El caso es que hoy la sentencia médica para nuestro aturdido Emiliano es indisputable: sordera de sí mismo.

:: Puede suscribirse al blog en la parte superior, donde dice: "Follow by Email" ::